sábado, 16 de agosto de 2014

Nada.

Cuando comienzas un proyecto de futuro, un proyecto que no sabes como saldrá, al que le has puesto esfuerzo para poder darle forma, analizado de mil formas posibles, creado mil situaciones hipotéticas en las que podría desarrollarse, para estar seguro, o al menos tener algo de certeza, para confiar y darlo todo. Al final el resultado se decidirá en todo o nada. Tu esperas que acabe siendo el todo por el todo, sabes que existe la posibilidad de que sea nada, pero hasta que no ocurre, hasta que no te das de bruces contra ese nada, no te planteas que esa opción fuese realmente posible. ¿O si? Bueno, en ese caso posiblemente tu cerebro decida omitir ese dato para dar un exceso de confianza, la necesaria para poder llegar al todo.

¿Pero que ocurre cuando se llega al nada? Cuando se llega al nada eso es lo que queda, nada, todo destruido, todo un futuro sin plantear, al final estas de pie en una realidad extraña y confusa que no entiendes. Todo lo que quieres hacer es enterrarte bajo las sabanas hasta que vuelva a ser conocida, hasta que la confusión pase, pero debajo de esas sabanas solo hay más confusión. Y al final entra en un circulo vicioso del que se es incapaz de salir. Ya he tenido mi pequeña gran dosis de nada, he conseguido superarla. Y hoy. Hoy era ese día en el que le pondría punto y final con hechos, preguntar un por qué de toda esta situación, ¿por qué fue nada y no todo? y tú, tu has optado por el silencio, porque era lo más fácil para ti. Prometiste que hoy sería el día, y lo que has hecho es desaparecer. Pondré el punto y final yo sola, ya estoy acostumbrada, pero esto, es algo que nunca te perdonaré, puedo entender que no quisieras, puedo entender todo lo que has hecho hasta ahora. Pero que no hayas sido capaz de dar la cara para defender tus acciones dejándome a oscuras a mi, después de arriesgar, es algo que nunca podre perdonarte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario